Fidel Castro ha muerto a la edad de 90 años. El último gran revolucionario, el hombre que se enfrentó a la gran potencia de los Estados Unidos durante la segunda mitad del siglo XX, ha fallecido esta noche en La Habana, según confirmó su hermano y presidente cubano, Raúl Castro.
En un mensaje corto a la televisión estatal, Raúl Castro, explicó que el ex presidente ha muerto a las 22:29 h del viernes [hora cubana] y que será incinerado hoy “teniendo en cuenta su voluntad expresa”. El Consejo de Estado de Cuba ha decretado nueve días de luto por la muerte del ex presidente, durante los cuales se detendrán las actividades y los eventos públicos.
El traslado de las cenizas hasta su provincia natal, Santiago de Cuba, comenzará el próximo miércoles 30 de noviembre y se prolongará hasta el 3 de diciembre, en un recorrido que rememorará la Caravana de la Libertad dirigida por Castro desde Sierra Morena después del triunfo de la revolución en 1959. Además, el martes 29 se celebrará un “acto de masas” en recuerdo al ex dirigente en la Plaza de la revolución de la Habana.
Muerta la persona, queda el mito, el padre espiritual de una Revolución socialista que devolvió el orgullo a una isla a la que Estados Unidos trataba como su prostíbulo y casino, el lugar para desahogarse a menos de una hora de vuelo. Con Fidel, Cuba resistió el embargo al grito de “socialismo o muerte” e hizo soñar generaciones que había otra manera de hacer, otra política y forma de estado más allá del glamour y el capitalismo salvaje de la ‘american way of life.
El sueño castrista sin embargo, fue para otra parte del mundo una pesadilla o, como mínimo, un sueño en blanco y negro. Años interminables de dictadura autoritaria bajo el verdugo de su pueblo, que, pasada la euforia revolucionaria, tuvo que aprender a sobrevivir con la escasez material y la falta de libertades.
Fidel ha muerto en pleno proceso de la transición de su país. Raúl, a quien el Comandante, ya debilitado, nombró sustituto, inició un proceso de apertura casi nada más que en 2008 quedara confirmado que su presidencia ya no era provisional porque era claro que Fidel ya no sería capaz de hacerlo cargo de conducir un país. En diciembre, La Habana sorprendió al mundo anunciando que estaba en perfecta sintonía con la administración Obama para establecer las relaciones rotas en 1959 con la llegada de los barbudos revolucionarios encabezados por un joven Fidel, acompañado de Raúl y de Ernesto ‘Che ‘Guevara.
Fidel fue el gran ausente de este anuncio calificado como “histórico”. Tampoco apareció en la fotografía del acto de recibimiento oficial de los espías cubanos liberados por los Estados Unidos, como parte del acuerdo. “Fidel ya no manda desde hace años”, decían sus seguidores para justificar el vacío. El 8 de enero, en la conmemoración del 56º aniversario del triunfo de la Revolución, Raúl no quiso hacer grandes fiestas y mucho menos se dejó ver el Comandante.
Hijo de una familia burguesa con orígenes gallegos por parte de padre y canarios por línea materna, Fidel nació el 13 de agosto de 1926 en la pequeña localidad de Birán, en el sureste de la isla, a 800 kilómetros de la Habana y 100 de Santiago de Cuba. La suya es la historia de un revolucionario ilustrado, doctor en derecho, que disfrutó de una buena vida gracias a los provechosos negocios del padre en el sector de la caña de azúcar.
Pero tanto a Fidel como Raúl los hervía la sangre viendo su país en manos de inversores estadounidenses, que consideraban Cuba un estado más con el consentimiento de Fulgencio Batista. A principios de los 50, los dos hermanos creían aunque sería posible la democracia, pero enseguida se dieron cuenta de que el dictador no tenía ninguna intención de abrirse a la participación ciudadana, hasta el punto que en 1952 suspendió unas elecciones . Los Castro intentarlo por la fuerza, abrazando la revolución armada y asaltando el cuartel de Moncada. Pero volvieron a fracasar y Fidel fue condenado a 15 años de prisión -Raúl a 13- por un delito de insurrección. Para ajustarse a la realidad, Fidel sufrió un golpe militar pero una victoria popular porque su nombre comenzó a ser conocido por la ciudadanía. En su juicio, el Fidel abogado decidió autodefenderse y en el turno de la última palabra lo aprovechó para pronunciar un alegato en contra de la dictadura: “La historia me absolverá”. La historia, para él, comienza ahora que deberá juzgar.